martes, septiembre 16, 2008

¿Por qué el atentado de Morelia? Del 11-M al 15-S (Algunas ideas para platicar)

El 11 de marzo de 2004 estallaron una serie de bombas en trenes de España que causaron la muerte de más de 190 personas; el 15 de septiembre de 2008, dos granadas arrojadas sobre un grupo de personas que celebraban la Independencia de México provocaron la muerte de siete personas y más de 100 heridos. La diferencia en la magnitud de la tragedia debería ser suficiente para evitar cualquier tipo de comparación. No obstante, hay un elemento del 11M que parece repetirse en México: el carácter político del atentado.

Las bombas de Madrid no se pueden entender sin la selección de la fecha en que tuvieron lugar: tres días antes de las elecciones generales del 14 de marzo. Hablar del objetivo del ataque resulta complejo, lo que sí es posible es hablar de los efectos: el ataque cambió el resultado de la elección; entre otras razones, porque las muertes fueron presentadas por los terroristas como la consecuencia que debió pagar España por haber avalado la guerra de Irak durante el mandato de José María Aznar. Si hasta el 10 de marzo por la noche todos estaban seguros del triunfo del PP, las urnas del 14 mostraron un resultado distinto, y como efecto de la promesa de campaña del ganador, España terminó por retirar sus tropas de aquel país.

No se trata de tender puentes artificiales entre dos hechos tan distintos pero sí poner atención en la lógica política que puede haber detrás de hechos de esta naturaleza. Bajo esta premisa es que planteo que lo que está pasando en México es que ciertos grupos del crimen organizado han agregado este componente a su modus operandi.

Si bien las autoridades mexicanas han advertido desde hace tiempo de la existencia de estrategias de comunicación del crimen organizado, éstas se han hecho más evidentes en las últimas semanas: la violencia en Yucatán, tanto física como psicológica; la aparición coordinada de mantas por todo el país, y las amenazas a gobiernos locales sobre posibles atentados la noche del 15 de septiembre, así lo confirman. Por eso lo que pasó en Morelia no parece ser una ocurrencia sino un acto premeditado pensado para lograr una serie de efectos políticos: primero, dar vida a un sistema de amenazas creíbles. Las advertencias sobre posibles atentados no son una novedad; lo distinto es que ahora han demostrado que están dispuestos a cumplirlas. Segundo, con ese ataque redefinieron los límites de la violencia posible.

El país enfrenta desde hace años una realidad que es muy difícil de aceptar pero que cada vez es más evidente: el nivel de violencia no está determinado por la capacidad de las autoridades sino por la autocontención del crimen organizado. ¿Cuántas veces hemos visto noticias que confirman la capacidad operativa de esos grupos? No obstante, no vemos en México ataques contra figuras políticas de mayor peso como gobernadores o secretarios de Estado; tampoco se habla de violencia indiscriminada contra población civil.

La pregunta, por tanto, no es por qué actuaron así en Michoacán sino por qué no lo habían hecho antes si evidentemente podían. Propongo dos hipótesis: la existencia de un acuerdo tácito que marcaría ciertos límites que de ser rebasados generarían tal respuesta gubernamental, que la sola idea era suficiente para disuadir a los grupos violentos; y dos, la idea de que la población civil es muchas cosas: mercado, fuente de ingresos, incluso en algunos casos espacio de protección, pero no enemiga declarada.

El ataque de Morelia sugiere que las dos líneas han sido rebasadas. Por un lado, los operativos del gobierno en contra de algunos grupos habrían roto con esa especie de acuerdo que definía lo posible; por el otro, habría que destacar el notable activismo de ciertos sectores de la población que han dejado de ser objetos para convertirse en sujetos activos, y en ese sentido, nuevos espacios de lucha.

Con el atentado se puede movilizar a la opinión pública en dos sentidos. Por un lado, se le puede llevar a justificar nuevas acciones de combate a la inseguridad, aún más duras; por el otro, se le puede convertir en un aliado que movido por el terror le exija al gobierno que reduzca el enfrentamiento ante esos grupos con tal de regresar los límites al punto anterior. En cualquier caso, lo que habría que analizar – y que ahora planteo más como pregunta que como respuesta – es qué tipo de efectos políticos se quieren lograr; quién gana y quién pierde con este nuevo panorama, y qué tipo de acciones se esperan alcanzar.

Hace tiempo que el crimen organizado en el mundo se vuelve cada vez más complejo; todo indica que ahora ha llegado el turno a México.

La (otra) guerra de las cabezas (sobre la violencia del narcotráfico en México)

(Esté artículo aparecerá en la revista Etcétera del mes de octubre. Lo escribi antes de los antentados de Morelia pero me parece que el tema es pertinente)

En México hay dos guerras por las cabezas. La primera, la de las personas que han sido decapitadas y que ya se cuentan por decenas en el país. La segunda tiene que ver con las otras cabezas, las que titulan las notas de prensa. La relación entre las dos va más allá de un juego de palabras pues en muchas ocasiones las primeras son cortadas para conseguir las segundas. Basta con mirar a Yucatán en donde fueron apilados once cuerpos sin cabeza en un tétrico montaje que precedió a una llamada a Televisión Azteca para que cubriera la noticia.

Si bien el tema no es novedoso, es un hecho que en las últimas semanas el fenómeno ha adquirido mayor complejidad y como ocurre con poca frecuencia, los medios de comunicación han empezado a mirarse al espejo para preguntarse qué hacer ante esta realidad. Lo hizo La Jornada cuando compartió con sus lectores las razones que le llevaron a presentar la nota de Yucatán en su primera plana (29/08), y lo hizo El Universal cuando debió pedir disculpas en su editorial por el mal manejo de la información sobre el secuestro de Silvia Vargas (28/08). Lo raro no es que los medios rindan cuentas a la sociedad; lo extraño y lamentable es que se haga con tan escasa frecuencia.

Desde hace tiempo la prensa es blanco de las estrategias de comunicación de diversos actores relacionados con la inseguridad, y por ello debe ser cuidadosa para no convertirse en vocera involuntaria. Sin embargo lo hace. Ahí está la fotografía publicada por Reforma (11/09) en la que mostraba caras, nombres y datos privados de personas que no tenían ninguna imputación judicial. Las autoridades en su desesperación por ganar credibilidad abrieron la llave de la filtración. Y el periódico se la compró.

Ya lo había hecho con otro actor más opaco, que días antes de la marcha multitudinaria contra la inseguridad y del segundo informe de gobierno, colocó mantas por todo el país para acusar a las autoridades de proteger a grupos del narco .(27/08) La información no fue verificada pero sí reproducida en la primera plana del diario. Estoy seguro que el objetivo era consignar lo inédito de la estrategia de comunicación, el problema es que al reproducir su contenido terminaron cumpliendo con la agenda de quién sabe quién.

Días después El Universal también fue usado, esta vez por las autoridades del Distrito Federal que revelaron que la persona acusada del secuestro de Fernando Martí tenía “3,000 fotos porno en su computadora”. (12/09) Nunca se explicó qué relación tenía ese dato con la investigación, excepto generar dudas sobre la honorabilidad de una una persona que tiene ese material. Se trataba de una estrategia moralista, no legal, y el medio cayó en el juego.

Los casos anteriores confirman que son momentos complicados para el periodismo. Por un lado, las autoridades están urgidas de dar resultados; por el otro, la sociedad está deseosa de recibir información. Y en medio, la prensa debe contener la ansiedad de unos y otros aunque eso resulte contrario a la adrenalina que con frecuencia acompaña a este tipo de información.

El debate es ya ineludible. Qué hacer con la información que siembra y distribuye el crimen con cada asesinato; cómo responder ante las filtraciones de autoridades que violan la ley, arriesgan los procesos y violan el derecho de las personas a la privacidad; cómo procesar la información relacionada con secuestros; cómo redactar las cabezas y las notas para no estereotipar mediante el uso de apodos, las referencias a tatuajes u otros datos que sólo refuerzan ciertas interpretaciones en vez de acercar al ciudadano a la verdad.

A estas alturas ya no cabe reivindicar el discurso de que los medios sólo son un espejo de la realidad. Ante lo evidente de su papel como actores centrales en esta guerra ya está demás alegar inocencia e ingenuidad. La buena noticia es que el debate ya ha empezado con mayor seriedad. La mala es que todavía no todos asumen que esta es una tarea pendiente desde hace mucho tiempo, tarea que ya no podemos evitar.

sábado, septiembre 13, 2008

Raúl Trejo analiza el papel de los medios en los juicios paralelos

Medios que se convierten en tribunales, periodistas haciendo las veces de Minisiterio Público, sobre estos y otros fenómenos habla el maestro Raúl Trejo en esta entrevista con Antena Radio.

Aquí el audio.

viernes, septiembre 12, 2008

El juicio mediático del GDF por la banda de la Flor

En su batalla por demostrar resultados en la lucha contra la inseguridad, el gobierno del Distrito Federal se ha encontrado con un adversario fuera de lo habitual. Acostumbrado a presentar presuntos responsables de delitos sin encontrar réplica, ahora la administracion de Marcelo Ebrard se enfrenta a un grupo de personas que han mostrado una notable capacidad para defenderse y difundir sus posturas en los medios de comunicación. Pero la culpa no es de nadie, excepto el GDF que decidió que así sería el juego: en los medios.

Apenas daba la noticia el gobierno capitalino y ya transmitía un spot en televisión en el que presume haber capturado a los responsables del secuestro de Fernando Martí. La información se presenta como un hecho irrefutable cuando ni siquiera ha iniciado el proceso en contra de todos los acusados; comprensible si entendemos que el objetivo de corto plazo no es ganar en los tribunales sino en las primeras planas. En esa lógica, el GDF parece decidido a filtrar toda la información que tenga a la mano para probar su punto. Y en esa dinámica está cometiendo una serie de violaciones aprovechando el interés de los medios en difundir información sobre el tema.

Aquí dos portadas que muestran de qué estoy hablando. La primera es del periódico Reforma del 11 de septiembre, y que parafraseando a Carlos Marín, documenta un caso más de portación indebida de pariente:




La fotografía, evidentemente filtrada por las autoridades locales a diversos diarios, constituye una invasión a la vida de personas que al menos hasta ahora no han sido acusadas de absolutamente nada. Incluso en la nota a uno de los hijos de quien se presenta como el líder de la banda, se le describe como alguien que tiene un spa en Polanco y otro en Cancún. Y la pregunta obligada es: ¿qué relación tiene eso con el caso? Hasta ahora, insisto, al menos hasta ahora, ninguna. Por lo pronto esta filtración ya le costó el trabajo a uno de los señalados.

La otra portada es del diario El Universal del 12 de septiembre. En ella se aporta una nueva "prueba" de la culpabilidad del acusado. Véanlo ustedes mismos:



Como pueden ver la información es contundente: al hombre le gusta la pornografía. Y si así fuera ¿cómo se conecta eso con el secuestro?

De lo que se trata - entiendo - es de construir dudas sobre el personaje. Y para ello filtran datos de la investigación y utilizan símbolos para desprestigiar al acusado (como el llamarle por un alias o exhibirlo como un adicto a la pornografía). Insisto, yo no sé si son culpables o no, lo que sí veo con toda claridad es que estas filtraciones no abonan al caso y si a la percepción de que hay una consigna por defender su punto a cualquier precio.

El GDF eligió convertir este caso en un juicio mediático. Si lo gana, podrá capitalizarlo en términos de imagen (a pesar de las irregularidades) pero si lo pierde, el gobierno y quienes le han comprado la historia, tendrán que pagar un alto precio.

domingo, septiembre 07, 2008

Buenas noticias: tres existosos operativos contra secuestros

Entrados ya en la lógica de la evaluación a las autoridades, resulta también conveniente llevar el registro de los logros en el combate a la inseguridad. No para hacerle la chamba a nadie, simplemente para intentar sobrevivir a la realidad y a la cobertura de algunos medios que parecen empeñados en convencernos de que la batalla está perdida y aquí no hay nada que hacer.

Ya lo platicaremos con más calma, por lo pronto les adelanto que la denuncia por si sola puede llevar al desánimo, la parálisis y en última instancia a la apatía que sólo nos hundirá más en los problemas. Así que para recuperar un poco la esperanza aquí una relación de hechos de la última semana:

Liberación de dos personas secuestradas en el Estado de México.
Liberación de secuestrados en Veracruz (nota que prácticamente pasó desapercibida para los medios)
Liberación de secuestrados en Tabasco, toma de policías municipales y captura del presunto principal operador del Cartel del Golfo en esa entidad.

Tengo claro que hay muchas cosas negativas pero no me interesa destacarlas por ahora. Para eso, ya hay suficientes medios cumpliendo con esa asignación.

sábado, septiembre 06, 2008

Los nuevos "líderes" de México (¿ Y quién vigila al vigilante)

Medio tiempo del partido entre México y Jamaica. De pronto, en la transmisión de Televisa hacen un enlace con los participantes del Show de los Sueños, el nuevo programa de entretenimiento de esa cadena. En su participación como presentador, Ernesto Dalessio habló del apoyo a la selección mexicana de futbol y con el mismo entusiasmo hizo un llamado a las autoridades para que se pongan a trabajar en el combate a la inseguridad.


El hecho es de llamar la atención, más aún porque forma parte de una cruzada más amplia. Lo mismo ocurrió el domingo antepasado cuando Adal Ramones lloró - mientras la cámara le hacían un zoom al rostro - al tiempo que pedía a los delincuentes que nos "devolvieran a nuestro país". Episodio que siguió a la clausura de los Juegos Olímpicos cuando Javier Alarcón - Director de Televisa Deportes - preguntó al niño Mateo, el reporterito, si se sentía seguro cuando salía a la calle en China o en Noruega.

Televisa está en la batalla por la bandera de la seguridad, instalada en la lógica de convertirse en uno de los actores que califiquen si las autoridades lo están haciendo bien o mal en ese campo. No son los únicos. Hace unos días las comisiones de derechos humanos del país encabezadas por la CNDH de José Luis Soberanes, se unieron para anunciar que si en diciembre no hay resultados, los funcionarios públicos deben renunciar. Expresión que se suma a lo que ya han dicho otros actores como el periódico Excélsior y el resto de Grupo Imagen.

La idea no es mala. Si la obligación de las autoridades es hacer su tarea, la de medios y organismos de la sociedad civil es participar activamente en la vida pública. El problema surge cuando los otros actores se convierten en metapoderes: en actores capaces de decidir quién se queda y quién se va. De ahí que sea necesario tomar distancia frente a ese nuevo activismo para revisar qué están haciendo.

Apenas la semana pasada escuchaba a Ernesto López Portillo, especialista en temas de seguridad, explicar que la vigilancia resulta conveniente, incluso necesaria, siempre y cuando cumpla con una serie de criterios, entre ellos, que sea un ejercicio técnico. Si queremos medir el desempeño de los funcionarios requerimos de instrumentos transparentes que nos lleven a fijar la atención en lo importante y no en lo estridente.

La tarea es fundamental para no caer en el delicado tema de las subjetividades. ¿Cómo va a calificar Televisa el desempeño de los funcionarios? ¿Cómo lo harán las comisiones de derechos humanos o el periódico Excélsior? Para evitar cualquier suspicacia que pudiera llevar a la conclusión de que hay otras agendas e intereses de fondo, lo más conveniente es que todos estos actores hagan explícitos los criterios con los que estarán calificando; así todos podrán tener la seguridad de que no se trata de un asunto de filias y fobias.

De esta manera, también podremos contar con herramientas útiles que nos protejan de los golpes de imagen de uno u otro bando. En las últimas semanas, por ejemplo, se ha logrado la liberación de al menos cuatro personas que estaban secuestradas. También en estos días se han realizado aprehensiones de presuntos secuestradores, al tiempo que se ha detenido a policías que presuntamente protegían al narcotráfico. Son buenas noticias. El problema es que la falta de indicadores claros no permite conocer qué tan distintos son estos hechos de acciones anteriores o si simplemente se trata de acciones acompañadas por estrategias de comunicación.

En el mismo sentido tampoco podemos caer en el error de que un nuevo secuestro de alto impacto - incluso pensado así por el crimen organizado - confirme que entonces todas las acciones del gobierno son un fracaso y que lo que hemos visto es una mera simulación. Sólo con indicadores claros que podremos evaluar con mayor efectividad.

Pero esa es sólo una parte. El resto pasa reconocer que ninguno de los actores que se han subido a la palestra -medios, comisiones o personas destacadas de la sociedad civil - tiene el poder para pretender remover a nadie de su cargo. En su función de observadores pueden y deben dar elementos a la ciudadanía pero no sentenciar. De otra forma estarían desempeñando un papel que nadie les dio.

Bienvenida la supervisión a las autoridades, sólo tengamos cuidado de no olvidar que a los vigilantes, aunque sea de vez en cuando, también hay que vigilarlos.