lunes, julio 24, 2006

Miremos al PRI

(Artículo publicado en Excélsior el 22 de julio)
Si queremos saber qué le espera a México en los próximos meses, tenemos que mirar al PRD; si deseamos conocer qué rumbo tendrá nuestro país durante los siguientes seis años, probablemente sea necesario analizar al PAN; pero si queremos imaginar qué desarrollo tendremos, tal vez durante la próxima década, es indispensable que coloquemos la mira sobre lo que pasa hoy con el PRI.

Ubicado por los votantes como la tercera fuerza política, el otrora partido hegemónico pasa indudablemente por una mala temporada. Habitual protagonista de primeras planas y columnas políticas, en las últimas semanas el tricolor es apenas un actor de reparto en la escena mediática nacional. Podemos entender porqué. Su ex candidato presidencial se encuentra en Singapur rumiando su tercer lugar en la contienda; la dirigencia nacional carga con el sello de su derrota histórica, y aún no hay claridad sobre quiénes serán los que asuman el mando en la etapa por venir.

Pero esta ausencia coyuntural no debe confundirnos. Con los resultados del 2 de julio en la mano, podemos afirmar que el PRI será nuevamente el partido que definirá en buena medida el destino de la nación, gracias a sus futuros 103 diputados y 33 senadores. Se tratará de los grupos parlamentarios más pequeños en su historia, sin embargo, no hay que subestimarlos pues serán el fiel de la balanza en el próximo Congreso de la Unión.

Aún estamos padeciendo, es cierto, la cruda postelectoral, pero vale la pena recordar que las campañas, ésas que tanto padecimos, cumplieron con su función al revelarnos qué ofrecía cada quien. Para el próximo sexenio no podemos esperar otra cosa sino un PAN pro reformas. Ese fue su compromiso y sólo así adquiere sentido la búsqueda de un gobierno de unidad o coalición. En contraste, el PRD apostará todas sus fichas para que eso no ocurra y pase lo que pase en los siguientes meses, López Obrador ya ha empeñado su palabra en que seguirá trabajando para impedir el avance del modelo, que en su opinión, ha hundido a México. Se puede coincidir con una u otra postura. Lo importante es que sabemos qué esperar.

De ahí que adquiera tanta importancia conocer cuál será la actuación del PRI durante los próximos años. La respuesta no es sencilla. Pocos días antes de la elección una página web española me pedía que los sacara de dudas: ¿es el PRI de izquierda o de derecha? La respuesta quizá les generó más confusión: es de ambas. Al ser durante décadas la única vía para obtener el poder público, el tricolor se convirtió en el campo de batalla de visiones encontradas.

Desde 1982 y hasta el 2000, el PRI fue el partido que impulsó al diablo llamado neoliberalismo. Sin embargo, en el último sexenio cambió de rumbo, según se dijo, por razones ideológicas; verdad puesta en duda por un Roberto Madrazo que como candidato, se anunciaba como promotor de las reformas estructurales que como dirigente partidista no impulsó. La pregunta resulta obligada: ¿el bloqueo priista a los cambios desde el Congreso se debió entonces a convicciones o una estrategia electoral sexenal?

Los mensajes de campaña y los resultados obtenidos nos dieron la respuesta: se trató simplemente de una mala estrategia. El tricolor de Madrazo apostó por el fracaso del foxismo como la vía para volver a Los Pinos. Ofrecer en campaña lo que se negó desde las posiciones de poder fue un acto de mezquindad e incongruencia que, por fortuna, terminaron pagando en las urnas.

¿Entendió el PRI la lección? De ser así, lo que seguirá es un debate serio sobre su identidad, tanto en su rol de oposición como de gobierno. Qué reformas propondrá o apoyará durante los siguientes años. Cuál es la visión de país que ofrecen a los electores. Qué comparte con la propuesta del PRD y qué con la de Acción Nacional. El proceso electoral que está por concluir en las siguientes semanas fue muy intenso para el PRI más allá de los resultados obtenidos; en el transcurso de las campañas se hicieron evidentes las diferencias entre sus propios grupos. Algunos optaron por cambiar de militancia. Otros, simplemente, se pronunciaron u operaron por otros candidatos pero sin renunciar al partido. Toca ahora a los priístas, redefinir cuál es la materia común que los une mas allá de la mera ambición de poder.

Y una vez que resuelvan ese necesario debate interno, deberán preguntarse cómo van a jugar durante los próximos años, con miras – por lo pronto - a las elecciones del 2009. En esa discusión podrán elegir el modelo panista, ése que los blanquiazules llevaron a cabo con éxito desde 1988, y que les permitió sacar adelante su agenda y ganar electores, gracias a intensas negociaciones con los gobiernos priistas; otra opción es la receta perredista, recién validada por los buenos resultados obtenidos, y que les lleva a jugar de oposición sin ceder ni un centímetro, con los costos y beneficios que eso implica. Habrá que ver cuál de estos caminos siguen los priístas, por ahora lo único claro es que su decisión nos afectará, de una u otra forma, a todos.

martes, julio 18, 2006

Factor tiempo (o de la rivalidad de AMLO con el reloj)

(Artículo publicado en Excélsior el 16 de julio)
Es una de las variables más importantes en la política. Nadie puede controlarla pero aquellos que saben lidiar con ella suelen cosechar éxitos. Lo puede decir Francisco Labastida. Hace seis años era la imagen de la debacle priista y ahora, puede presumir de ser senador electo por el voto de los sinaloenses. Otro que lo sabe bien es Cuauhtémoc Cárdenas, quien a lo largo de su carrera ha sido mártir, héroe, muerto político, villano de algunos e indiscutible candidato a figura de aquí y hasta el 2010. Como se podrán imaginar, la variable a la que me refiero no es otra sino el tiempo.

Siempre importante, en estos momentos se hace más claro su peso. Lo siente, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador. Conocedor como pocos del espectáculo político, el ahora ex candidato sabe que el tiempo juega en su contra y que bien podría sumarlo a su creciente lista de adversarios. Crear y mantener una campaña de resistencia durante dos o tres semanas es una cosa; mantenerla viva durante un par de meses hasta que el Tribunal Electoral anuncie su fallo, es otra muy diferente.

Experto en dar la nota y marcar los contenidos de los medios, López Obrador se ha apoderado nuevamente del control de la agenda informativa. No obstante empieza a experimentar lo que los economistas llaman rendimientos marginales decrecientes. El primer día que Andrés Manuel convocó a los reporteros para mostrar sus videos, se coló hasta los titulares del día siguiente; conforme avanzó la semana, sus misiles fueron perdiendo terreno en las primeras planas y ya en la prensa del viernes, las denuncias del tabasqueño terminaron ocupando un espacio en las páginas interiores.

La tragedia de AMLO es que se encuentra atrapado entre tres tiempos, y quien conoce de estas artes sabe bien que aunque usemos el mismo aparato para medirlo, son distintos los relojes que miden al tiempo jurídico, mediático y político. El primero suele avanzar con mucha lentitud. Es mata pasiones, enemigo del rating, y por eso, quizá debamos esperar hasta agosto para saber el veredicto de los magistrados.

El segundo de ellos, el tiempo mediático, es lo opuesto. Corre a gran velocidad y es particularmente cruel pues la nota de hoy difícilmente seguirá siendo atractiva la próxima semana. No me queda duda, AMLO quisiera seguir hablando del presunto fraude de aquí a que el Tribunal coloque el punto final a esta historia; si por él fuera, cada día dedicaría varias horas a presentar sus video-pruebas; el problema para su causa es que no habrá diario, noticiero ni audiencia que lo resista.

El tiempo mediático se alimenta de la renovación constante y difícilmente el movimiento de Andrés Manuel tendrá capacidad para alimentarlo. Más aún, cuando el reloj político también parece estar en su contra.

La política implica movimiento, y AMLO, en la lógica de la impugnación demanda congelar las cosas hasta que se produzca el desenlace. A pesar de sus deseos, el país poco a poco se recupera del impasse que implicó el 2 de julio. Primero, fueron los gobiernos extranjeros quienes a través de sus felicitaciones mostraron que había que volver a la normalidad; los perredistas lograron con cierto éxito contenerlos, sin embargo, ya se empieza hablar de los próximos coordinadores parlamentarios y no faltará mucho para que crezcan las especulaciones sobre el siguiente gobierno.

Le guste o no a López Obrador, la rueda del poder no se puede detener por mucho tiempo y sería absurdo, por ejemplo, que los gobernadores de todos los partidos no empiecen a acercarse al que muy probablemente repartirá el pastel del presupuesto durante los próximos seis años. Por eso, la protesta de AMLO muestra desde ya signos de desgaste. Inevitablemente, pues así es la política, han empezado a surgir los reproches internos y poco a poco surgen los nombres de los nuevos liderazgos; la espera junto a López Obrador se volverá cada día más incómoda y ya hay quienes discretamente buscan las salidas.

Seamos claros: en este escenario, el tiempo no juega del lado de Andrés Manuel. ¿Y cómo afecta a Felipe Calderón? En una primera mirada, pareciera que también es víctima del reloj jurídico. La espera le impide ser noticia – a riesgo de ser criticado por acelerado - y el reloj mediático avanza sin tomarlo en cuenta. Tal vez para su sorpresa, resulta que el IFE lo reconoció como el candidato que obtuvo el mayor número de votos, pero no todas las cámaras y micrófonos están a su puerta.

Sin embargo, si Calderón sabe leer la coyuntura podrá sacarle provecho. Estar lejos de los reflectores no siempre es una maldición si eso permite hacer un trabajo político sin tanta presión. Si el silencio público está acompañado por un intenso diálogo privado, quizá la espera no sea tan mala. Al final, el reloj político juega a su favor pues el poder – incluso su mera expectativa – suele ser un incentivo para dialogar y poco a poco los actores irán recuperando su inercia. Visto así, todo indica que cuando llegue a su plazo el tiempo jurídico, la política y los medios ya habrán dado su contundente veredicto.

macampos@enteratehoy.com.mx www.enteratehoy.com.mx

lunes, julio 10, 2006

Corte de caja (o del futuro de los partidos políticos en México)

(Artículo publicado en Excélsior el 8 de julio)
Luego de escuchar el computo final del IFE, una comentarista radiofónica decía que vendrían los penaltis en la cancha del Tribunal Electoral. Ante su esperanzado pejismo habría que responder que este partido está viviendo sus últimos minutos con un claro ganador, y sólo estamos en espera del silbatazo final aunque una parte del público no pierda la esperanza de que se marque un sorpresivo penal que cambie el resultado. Ante lo improbable de que eso ocurra, les invito a que nos hagamos algunas preguntas sobre el futuro de los partidos políticos pues para todos ellos hay vida después del 2 de julio.

¿Qué va a hacer el PAN con el triunfo? Las cifras hablan: es la victoria más importante en su historia. No sólo porque ganó en 16 entidades, retuvo tres gubernaturas y será la primera fuerza política en ambas cámaras, sino porque todo eso lo logró sin tener que cargar durante los próximos años con la leyenda de que ganó el candidato y no el partido. Lo paradójico es que al ser esa una buena noticia, es también reveladora de la crisis de liderazgos que se vive en esa organización. Más allá de Felipe Calderón y Josefina Vázquez Mota, Acción Nacional carece de figuras nacionales – excluyendo, por supuesto, al popular Vicente Fox – y eso debería ser un foco amarillo que los haga preguntarse cómo van a aprovechar los próximos años para resolver ese problema.

¿Qué hará el PRD con el capital ganado? Al contrario de lo que ocurre con el PAN, el también histórico crecimiento del PRD no puede entenderse sin el carisma de su candidato presidencial. Por eso, y porque en las siguientes elecciones estatales no estará López Obrador en la boleta, en ese partido deben preguntarse cómo aprovechar las simpatías acumuladas durante la contienda. ¿Dejarán que se gaste en movilizaciones? o ¿acatarán – sin presiones - la decisión del Tribunal Electoral para borrar de una vez por todas la imagen de partido conflictivo?

En algunos sistemas políticos, el candidato derrotado se asume como líder formal de la oposición. ¿Será López Obrador el principal interlocutor del futuro gobierno, lo que lo mantendría vigente hasta el 2012, o apostarán por la conservación de sus banderas con una renovación de liderazgos? Por lo pronto, habrá que esperar a las siguientes elecciones estatales para ver si su avance electoral se mantiene o se desinfla como una burbuja que sólo se mantuvo gracias al efecto AMLO.

¿Qué hará el PRI con la derrota? Lo comentamos en este espacio hace algunas semanas: el PRI debe refundarse. Si los priistas son capaces de poner en perspectiva los resultados del pasado domingo, verán que todavía tienen partido para rato. Fue el fracaso de Roberto Madrazo como candidato presidencial, y por ello, todos pagaron las consecuencias. No obstante, no sería raro que en los próximos procesos locales el PRI vuelva a ganar. A pesar de su popularidad sigo sin compartir la hipótesis de un futuro México bipartista. Aunque aún no se ven con claridad ahí están políticos como los Enriques –Jackson, Peña Nieto y Martínez - que saben que la franquicia bien cuidada todavía tiene mucho que dar. Sólo el tiempo nos dirá si fueron capaces de renovarse o si la ambición de corto plazo los llevó a mudarse a otros partidos políticos.

¿Qué hará Convergencia con el PRD? El partido naranja no es el PT. Mientras el segundo vive desde hace años a expensas del Sol Azteca, el instituto que fundó Dante Delgado tiene vida propia. Por eso deberá ser muy cuidadoso en los próximos meses. Abandonar a López Obrador antes de que el Tribunal califique la elección quizá sería un gesto de deslealtad, pero seguir incondicionalmente al perredismo en eventuales protestas podría hacerle perder el capital que recién demostró en lugares como Veracruz.

Habrá que esperar a la integración del Congreso de la Unión pues será en ese espacio en el que Convergencia podría recuperar su autonomía, para asumirse como un interlocutor del gobierno federal. Sus votos, manejados con responsabilidad, bien pueden contribuir a la gobernabilidad y al desarrollo del país.

¿Qué va a hacer Patricia Mercado con Alternativa? La ex candidata sabe que quien ganó el registro fue ella y no su partido. ¿Podrá convertir su imagen en el capital de una fuerza política o se quedará únicamente como una autoridad moral? Alternativa no pesará por su lugar en el Congreso pero si sabe dialogar y logra impulsar su agenda, con trabajo en medios y e interlocución con otros actores, podrá seguir haciendo historia.

¿Tiene futuro Nueva Alianza? Todo indica que sí. El pasado domingo demostró que tiene la capacidad de llevar hombres y mujeres al Congreso, basado únicamente en su propia estructura. Será un aliado mediático, político y parlamentario del futuro gobierno y eso le permitirá crecer. Tiene claridad en su agenda como pocos, y las próximas elecciones estatales pueden ser su vía al crecimiento.

Por último, ¿dejará de ser negocio de unos cuántos el Partido Verde? Vistos los buenos resultados que obtuvieron el domingo pasado – que les permitirá mantener espacios en el Congreso y prerrogativas del IFE a pesar del fracaso del PRI- la respuesta es no.

martes, julio 04, 2006

Todos a votar (o la agenda para el que gane)

(Este artículo apareció publicado el sábado 1 de julio en Excélsior pero tiene ideas que valen para después de la elección. A ver qué les parece)

Llegó el día. Finalmente, (...) elegiremos a quien será nuestro próximo Presidente de la República. Quien gane, no hay duda, será un Mandatario legítimo, atributo que lamentablemente desde ahora hay quien le quiere regatear bajo la premisa de que será producto de una participación electoral escasa sumada a unas preferencias divididas. En esa lógica, incluso, se han escuchado algunas voces que consideran que el ganador será uno de los gobernantes elegidos con el menor número de votos en la historia reciente de nuestro país. La idea, aunque vendedora, es engañosa.

En primer lugar, porque lo que le otorga la legitimidad al ganador no es la cantidad de votos que obtuvo, sino el número de votos válidos que en realidad se emitieron en conjunto. En otras palabras, la idea de la democracia descansa en que todos aquellos que participamos en el proceso electoral – candidatos y ciudadanos – lo hacemos con el compromiso de avalar el método y por lo tanto el resultado. Quien triunfe gobernará para todos, no sólo para quienes lo respaldaron.

Ante esas voces también habría que recordar nuestro pasado político en el que prácticamente bastaba el voto de un solo hombre – el Presidente saliente – para designar a su sucesor. En ese sistema, la legitimidad descansaba más en el aval de los sectores del partido-gobierno, que en el auténtico respaldo ciudadano en las urnas. Citando a un clásico: no nos hagamos bolas, el ganador de mañana será infinitamente más fuerte – en su origen – que cualquiera de los que fueron electos en un sistema en el que no había competencia real ni libertad de información y opinión. Como ejemplo crudo basta con recordar la elección de José López Portillo, quien ni siquiera enfrentó una competencia en la boleta.

La precisión es pertinente pues no podemos quitarle mérito desde ahora a quien nos gobernará durante los próximos seis años. Sería un grave error pues ya ha sido demasiado costosa esta contienda. Evaluemos, si se quiere, la pertinencia de una segunda vuelta pero eso no aplicará en esta ocasión. Por eso, cuando se anuncie el nombre de quien ganó habrá que cerrar filas y reconocerle todo su capital político pues le hará falta. Y es aquí que quisiera llamar la atención sobre algunas de las tareas que demandarán la atención del futuro ganador.

El primer desafío será darle vuelta a la página. La polarización es real y todavía no sabemos hasta dónde ha perneado en la sociedad y hasta dónde fue sólo un tema de campaña. Cualquiera que sea la respuesta, la primera tarea del ganador será tender puentes. Por un lado, entre la clase política que se seguirá viendo las caras en diversos espacios de poder como el Congreso: por el otro, entre la población. México cuenta entre sus activos con una sociedad que no está confrontada y ningún político debe jugar con eso.

En esta lógica, el ganador también deberá llevar a la práctica lo que Dick Morris ha bautizado como la triangulación, estrategia que consiste en retomar las banderas de los adversarios. Si bien el planteamiento del consultor norteamericano se refiere a la comunicación política, debe utilizarse en el escenario mexicano más allá de la lógica electoral. Si algo ha mostrado esta larga contienda han sido las diferencias entre las visiones de los distintos aspirantes. En algunos casos con visiones incompatibles, pero en muchos otros, únicamente con diferencias de acentos.

Si gana Felipe Calderón, por lo tanto, no sólo deberá cumplir con sus promesas de empleo sino que estará obligado a incorporar parte de la oferta social de Andrés Manuel López Obrador. En el mismo sentido, un Andrés Manuel ganador tendrá que ser especialmente cuidadoso y responsable con todas las variables de la economía que hoy nos han dado estabilidad. Jugar con la inflación, las reservas o cualquier otro factor que se traduzca en crisis sería sumamente costoso, e implicaría la muerte política del PRD que en los hechos habría dado por buenas todas las advertencias de sus opositores.

México, decía ayer en estas páginas Jorge Fernández, no se puede reinventar cada sexenio. Tiene razón. En estos años los mexicanos hemos logrado triunfos importantes.
Nuestra política social – formada y mejorada a lo largo de los últimos sexenios – es reconocida internacionalmente; tenemos estabilidad económica y hemos avanzado en campos importantes como la transparencia y la democracia en su sentido más amplio de ejercicio de las libertades. En estos y otros ámbitos no hay que hacerle al alquimista.

El reto para el ganador de mañana será reconocer lo que sí funciona y utilizar toda la fuerza de su triunfo en construir un gobierno con liderazgo que nos lleve por el que él considere el mejor camino. Esa será su tarea. La nuestra, por ahora, es salir a votar el día de mañana. Que cada quien cumpla su parte.
PD. En estos momentos, cuando es 4 de julio, puedo decir con orgullo que los ciudadanos que votamos y participamos en el proceso de una u otra forma, cumplimos con nuestra parte. Felicidades para todos.